martes, 28 de enero de 2014

Una fecha erronea

Uno vuelve a casa después de una reunión. Lunes, 27 de Enero de 2014, 19:32 h. Autobús, línea 39, dirección norte.

Durante el trayecto, y tras la soporífera sesión de trabajo, uno se entretiene haciendo análisis de los variopintos ocupantes del autobús. El chico con el peinado imposible y los auriculares, el tipo que habla a voces por el móvil, el abuelo con calcetines claros... No es hasta casi llegar a la parada cuando caes en el luminoso que marca de forma intermitente y alternativa el día y la hora y "PARADA SOLICITADA", todo ello en rojo sobre fondo negro.



El letrero, evidentemente averiado, marca como fecha actual un miércoles, 13/03/00, 00:15 h. En un ejercicio imposible de memoria, intentas recordar qué estarías haciendo tal día a aquella hora de la noche. Miércoles y en aquella época de estudiante de seguro estarías en casa, durmiendo, estudiando o frente al ordenador. Imposible recordarlo.

Efectivamente, no lo recuerdas, pero aquel día y a aquella hora concreta, dabas por terminado el catálogo de correcciones al que habías sometido tu último relato, relato que sería, por aquel entonces, el primero con el que te sentirías realmente orgulloso y que compartiste, por primera vez, con alguno de tus amigos. Sería también el primer relato con el que ganarías un pequeño certamen y con el que tuviste la satisfacción de sentir como algo tuyo era reconocido en mayor o menor medida.

Aquella fecha errónea que marcaba el letrero es una fecha importante en tu vida y, sin embargo, la has olvidado como habrás olvidado tantas otras. Ahora ese letrero se aleja calle arriba, a la conquista de la siguiente parada y su marquesina, será visto por infinidad de pasajeros para los que quizá aquella fecha errónea también signifique algo, también fuera en su momento un hito en sus existencias, y para los que, igualmente, pasará desapercibida por pertenecer a ese lugar de la memoria que utilizamos como vertedero.

Tú cruzas la calle, sigues haciendo un pequeño esfuerzo tratando de recordar algo de aquel marzo de 2000, sonríes. Lo único que se te ocurre es que faltaban dos años para que la vida te cambiara. Aprietas el paso. La lluvia es un volver la esquina, un recorrer el bulevar, un pensar que con aquella fecha del luminoso hay que hacer algo. Escribir algo. 

Qué menos que una entrada en el blog que tienes casi abandonado. 

lunes, 27 de enero de 2014

2013: Las alegrías y la inconstancia.

Después de todo, retomo la actividad. Después de un gran 2013 particular, pese a ese 2013 general, vuelvo a estas calles, estas líneas, la ciudad interior. Porque se necesita. Este cualquiera con alma de flâneur precisa volver, sacar tiempo, recuperar las rutinas perdidas de posts y tweets y notas de moleskine, entrelazar palabras y versos, desnudarse [de vez en cuando] y salir a esta intemperie.

Todo tenía que encajar. Si el 2012 fue el año del Gótico, el 2013 tenía que ser el del Renacimiento.

Hoy, más de 20 días después de finalizarlo, podría resumirlo en un año pródigo en caricias y felicidades [tengo mala memoria para retener los momentos malos, léase "memoria selectiva"]. Felicidades que se acumularon casi todas en la segunda mitad del año. Sin duda 2013 quedará en el recuerdo como el año del viaje a Barcelona, de mis versos en público, del verano tranquilo. Pero sobre todas las cosas, quedará 2013 como el año de la alegría, el año en que me cambió la vida [de nuevo, pero de otra forma], el año en que cumplí varios sueños y uno de ellos, el más grande, lleva también mi nombre. Cuatro meses después de ver ese sueño cumplido trato de retomar la actividad. Después de crear nuevos hábitos, de destruir los husos y usos horarios, de adquirir nuevas responsabilidades, de reestructurar mi tiempo, de modificar rotundamente mis ejes de coordenadas, intento retomar la actividad.

Pido disculpas de antemano por mi inconstacia.

Entre los deseos para este año, podría citar alguno. Me contentaría con:

- Recuperar el ritmo, desatascar el engranaje: escribir: crear.
- Disfrutar de la gente a la que quiero.
- Ser la mitad de buen padre de lo que son conmigo los míos.

Saludos. Espero volver pronto.