Una pre-despedida que escribí hace meses
y que hace poco que es una post-despedida.
Me mira como quien mira una carta de ajuste. Trato de atraer su
atención desde el lugar en el que ahora mismo tiene su pensamiento, le pido que
me cuente algo. De un tiempo a esta parte, ha dejado de utilizar el presente
cuando habla. Ahora sólo usa los pasados en cualquiera de sus formas, como si
hubiera encallado sus historias unos meses atrás, como si el ahora únicamente
fuera una inercia de algo que hace tiempo dejó de recibir energía y siguiera en
movimiento de forma sistemática, impulsado por una fuerza interior, apenas
perceptible, anodina, casi pueril.
Hay una despedida tatuada en cada palabra, en cada gesto de
cariño, un adiós preocupado [de no sabe qué] que queda flotando en el aire,
como estela de sus abrazos y besos. Los surcos de su piel, agravados con su
constante pérdida de peso, dibujan cientos de sonrisas en las manos y la cara.
El cuerpo, cada vez más minúsculo, cada vez más encorvado por el peso de saber
que a uno se le han convertido en dunas los caducos granos de su reloj de
arena, que queda poco tiempo, que siempre quedó poco tiempo para casi todo.
La observo mirándome como quien mira una carta de ajuste y me
pregunto: ¿quién está menos preparado de los dos?
Una ausencia ha comenzado a emerger en los rincones que frecuenta.
Una ausencia plácida, pero triste, asumida, pero amarga. Una ausencia que
comienza a expandirse como sombras de un atardecer que uno desea mantener en la
retina, estirando al máximo esas horas de luz en las que el semicírculo solar
es una expresión mínima rozando la línea del horizonte. Pero no es esa ausencia
suya latente la que me duele, sino su decadencia. Es ese verle en escombros,
ese sentir que son cenizas sus risas, ese ser consciente de que pronto de ella
solo quedarán nuestros recuerdos, todo ello es lo que me entristece porque ya
nunca tendré tiempo suficiente para abrazarle todo lo que quisiera, todo lo que
yo necesito y todo lo que ella necesita.
Me mira como quien mira una carta de ajuste. Pronto llegará el
momento de “despedida y cierre” y quedará niebla gris, tristeza fractal y sonido blanco en forma
de nudos de garganta.